lunes, 2 de enero de 2017

Éste 2017...

Para éste nuevo año, hay bastantes cosas que me gustaría pedir, pero que dudo mucho que se cumplan. Aún así, la esperanza sirve para algo, aunque sea para esperar.

Éste país necesita una buena reforma. Éste mundo necesita un cambio lo suficientemente grande como para que nuestro querido Santo de la barba blanca no sea capaz de regalárnoslo envuelto por navidad.

Podríamos comenzar por pedir igualdad, algo que parece tan simple, pero que a algunos les es muy difícil comprenderlo. Todos somos, al fin y al cabo, personas. Bajos o altos, heterosexuales u homosexuales, chicos o chicas, delgados o gordos... ¡Qué más da! ¿Acaso unos son mejores que otros?

Y aunque no seamos iguales, somos semejantes. Esa es otra, pediré por la libertad de expresión, el libre albedrío y la aceptación de la diferencia del carácter (que no sé si hay un nombre más corto para ello). Lo que quiero decir es que, cuando veo a adolescentes hembras, lo que veo es a un grupo de ovejas esperando a que llegue el pastor, un personaje superior que las guía. Peyo yo renuncio a eso, no quiero ser así. Y no quiero que haya alguien que tenga que ser así solo por ser aceptado.

El amor y la confianza. Que no vendría mal. En éstos tiempos (que no es que yo haya conocido otros) nadie tiene plena confianza en nadie, ni siquiera una pizca, y el amor solo sirve para mujeres que quieren ser ricas y hombres que ya lo son.

Es bastante estresante, agobiante, y lo que es peor: a una se la quitan las ganas de ser romántica, pero yo no lo puedo evitar. Es algo que me sale del alma y, al ver a parejas ancianas cogidas de la mano o a jóvenes compartir una bebida, o reír juntos, me enciendo como una bola colorada de navidad, de esas que se colocan en el árbol.

Menos estrellas caídas y rotas, porque éste año empezamos con uno de mis cantantes favoritos, David Bowie, continuamos con mi querido Alan Rickman y acabamos con Carrie Fisher, actriz en una de las películas de ficción que me gusten y Debbie Fisher, de Cantando Bajo la Lluvia. Solo espero que ahora descansen en paz, ellos y todos los que me he saltado para no convertir éste post en una especie de libro nuevo de Stephen King.

Y, por último, la cosa más inocente que voy a pedir: un libro. ¿Cuál? Uno que llevó tiempo sopesando si pedirlo o no: El Chico de las estrellas, por Chris Pueyo. Y ya que estamos, otro: la Hora de las Brujas, por Anne Rice.

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