Da igual quién sea. Si tu madre, tu padre o un amigo, un hermano... destrúyelos. Mátalos en tu mente, mata todo lo que te unía a ellos, porque no te merecen. A lo largo de tu vida siempre vas a encontrar, tarde o temprano, a tu alma gemela. Y sea un amigo, un familiar o algo más esa persona debe hacerte sentir grande, no diminuto.
Si te mata por dentro, no merece la pena.
Les odio, odio a aquellos que se creen mejores y que con la punta de sus tacones te hacen sentir inferior. Porque es el peor daño que pueden hacer.
Mi gran dolor se debe a mi madre, una y otra vez, pero es imposible destruir esos efímeros buenos pensamientos o huir de esos prejuicios.
Y a mí me es imposible odiarla porque, al fin y al cabo, es mi madre.