sábado, 10 de septiembre de 2016

Decisiones

Puede parecer una tontería típica de un adolescente hormonal, pero, ¿es justa esta vida? 

Desde niños nos han enseñado todo: cómo levantarnos, cómo comer, modales, a leer, a escribir, a saber lo que está bien y lo que no. Por eso, en cuanto decidimos hacer algo por nuestra propia cuenta normalmente sale mal. Un ejemplo del que todos hemos oído hablar alguna vez en nuestra vida son los divorcios. Uno de cada dos matrimonios en el mundo terminan en divorcio, en España un 75% de los matrimonios acaban en fracaso...

Así que está bastante claro que si no nos enseñan a hacer algo la mayoría de las veces sale horriblemente mal.


Elegir una universidad puede convertirse en todo un desafío y romer en mil trozos una familia, pero es mi decisión y lo que va a ser mi futuro. Son muchas cuestiones uqe plantearse para ello. ¿Letras o medicina? ¿Desesperación o aprobación paternal? ¿Vida con amor o con dinero? ¿Lo que yo quiero o lo que ellos quieren para mí? ¿Equivocado o no?

Para alguien de clase media como yo es muy complicado poder aplicar en Literatura y, prontamente, tener un trabajo asegurado en una editorial, pero no imposible. Sin embargo, el camino 'fácil' incluye un trabajo seguro y un dineral.

¿Elegirías estudiar lo que os apasiona aunque acabases sin blanca o harías lo que no te gusta para complacer a tu padre y tener mucho dinero?

¿Y el tema del amor? ¿Cómo aprobarían, ellos, una relación amorosa homosexual? No del mismo modo que una heterosexual, eso seguro. Mi condición, etiqueta, o situación amorosa es de pansexual y soltera, pero...

Hay cosas que ellos no entenderían, hay cosas que muy pocos entienden, normalmente las más simples. Ellos no entenderían que moriría por alguien amado, porque nunca han amado, que me sacrificase por lo que quiero, pues ellos lo han tenido al alcance de su mano. Y me toca intentar esconderme, o dar la cara al fin.

Nevermore.

martes, 6 de septiembre de 2016

La princesa está triste, Rubén Darío.

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».